Hace apenas un par de meses que inicié mi carrera dentro del Servicio Exterior Mexicano; eso me emociona y me llena de orgullo, porque la verdad fue un proceso bastante complicado. Me emociona porque es una carrera que (espero) me permitirá conocer muchas cosas del mundo en que vivimos, culturas diferentes y personas muy interesantes.
Pero a la vez que es una carrera interesante, es pertenecer a un cuerpo de carrera muy jerarquizado y que conserva formas que para la mayoría de la gente ya no tendrían razón de ser. Entiendo que es importante la estructura, pues es la manera de organizarse más adecuadamente, pero eso en ocasiones lleva a situaciones que, la verdad, me parecen exageradas.
Y es que ¡úchala mano! El otro día tuve una plática con un compañero del servicio y estaba molesto porque en algún momento en su acreditación ante un gobierno extranjero no pusieron su rango correcto; tal vez la molestia habría sido justificada si dicho error conllevara algún perjuicio práctico (por ejemplo que no tuviera las inmunidades que le correspondían o que sus percepciones económicas fueran a ser aceptadas), pero no, simplemente era porque pues el tenía un rango determinado y no el que le habían puesto y pues ¡cómo iba a ser posible!
En fin, visto lo anterior, hoy me propongo algo (espero que no sea nada más porque actualmente pertenezco al rango más bajo que hay): los únicos títulos que me importará ganar y merecer de aquí en adelante y por los que sí querré ser reconocido son por el de amigo, hijo, hermano y, espero más adelante, los de esposo y padre. Si además se le puede agregar el adjetivo "bueno" a esos títulos, podré darme por satisfecho en la vida.
Salú!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario