Cuando supimos la noticia, hace un par de meses, que mi primo Jorge se iba a casar, nos sorprendimos todos porque, si bien ya llevaba bastante tiempo de un, a mi jucio, buen noviazgo, pues están todavía bastante jóvenes para el promedio de hoy en día (él tiene 24 y ella 19), sin embargo, por fin el sábado pasado se casaron en nuestra parroquia, en una ceremonia sencilla, pero realmente hermosa y emotiva y, al verlos llevarla a cabo con tanta seguridad, entrega, amor y fe en Dios, supe (no sé como), que van a ser un buen matrimonio y que van a ser felices.
La ocasión me sirvió además para reflexionar en el amor tan grande que Dios nos tiene y que algunos reciben mediante el don del matrimonio. Lo único malo es que ya nos saltó a varios, pero espero que no nos quedemos jeje, porque realmente creo que quiero pasar mi vida al lado de una mujer a la que ame y que podamos fundar una hermosa familia (le pido a Dios que me envíe a esa mujer y que sepa yo reconocerla y entregarle mi vida).
Por otro lado, me puse a pensar que muchas veces le sacamos la vuelta al compromiso del matrimonio (o, para el caso, a cualquier compromiso serio), porque nos hemos vuelto hedonistas, materialistas y sumamente egoístas. Y empezamos a buscar pretextos para no realizar las cosas (Sí nos casamos, nada más que quiero tener más seguridad económica; Quiero ser un buen cristiano, pero antes quiero gozar de la vida; etc.) y vamos aplazando las cosas importantes.
Y es que, las lecturas del domingo pasado en Misa "coincidentemente" (cada vez estoy más seguro que no existen las coincidencias), trataron precisamente sobre el matrimonio y es cuando se da uno cuenta de que el plan de Dios para nosotros es uno(que además es lo mejor para nosotros), pero nosotros nos encargamos de echarlo a perder y así entramos en relaciones vacías que no solo nos impiden crecer, sino que incluso nos van haciendo retroceder en nuestro caminar de la vida.
En contraste, el propio domingo me enteré que al papá de un amigo sacerdote que nos acompaña en el caminar de mi comunidad juvenil se le reventó la arteria aorta (creo, no me culpen si esto está mal, nunca me fue bien en las materias de anatomía y eso) y está muy grave en el hospital y, por supuesto, el dolor de un amigo siempre es un dolor propio y pues cuando estábamos en Misa llegó este amigo y nos contó como estaba su papá (muy grave) , cuáles son las esperanzas de los médicos (muy pocas) y cómo estaban él y su familia y esto último fue lo maravilloso.
Porque, a pesar del cansancio notorio por las noches de desvelo, se le veía tranquilo y nos dijo que así estaba: tranquilo y con mucha fe, que si bien eran momentos de dolor, también eran momentos muy importantes para la unión de su familia y de mucha confianza en Dios. Que hubo momentos de reconciliación entre algunos familiares y que además el recibir el amor y el apoyo de la comunidad son cosas que ayudan a seguir adelante y a descubir a Jesús en los demás.
Afortunadamente pude ofrecer algo de ayuda, pues el jefe de la unidad de cuidados intensivos donde está este señor, es padrino de mi hermanita y pues luego luego nos comunicamos y, pues aunque se supone que los medicos deberían tratar excelentemente a todos sus pacientes, siempre sí hay algunas diferencias cuando el médico tiene algún interés especial por el paciente.
En fin, creo que siempre habrá lugar para el amor y que aún en medio de los dolores y las adversidades, siempre hay un lugar para la fe y para el amor de Dios, primero que nada y de los demás.
Ave!
1 comentario:
Hola!
Interesante post... interesante tu punto de vista.
Te visitaré por aquí, si no tienes inconveniente. Cuidate!
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